Una o dos vidas atrás
flotábamos en ese turbio amor
cosmonautas en la cápsula
que arrendábamos por dos sucios billetes de a cien
de cabeza en el ancho panorama que se abría ante nosotros
despreciando el punto de fuga
que nuestros mayores señalaban con temor.
Escuchábamos en cambio a las ratas
que roían despreocupadas en el entretecho
sabiendo que ningún mal les vendría de nosotros
y a veces mientras trataba inútilmente de corregir el timón
escuchaba aquellas sórdidas rancheras
brotando de tu boca bella y santa
y se me erizaban los cabellos
y toda lógica se desvanecía en el aire enrarecido
que compartíamos.
Una o dos vidas después
Y luego de todo lo ocurrido
a bordo de aquel cuarto que se deplazaba entre inviernos estelares
arribamos a un planeta en que la vida
(la nuestra)
no era ya posible.
La ciudad proclamaba a sus héroes
y ni tú ni yo figuramos en la nómina
ni éramos los hijos predilectos de papá.
Una o dos vidas después
tú ya no estás
o prefieres una silla en la rocosa superficie de un asteroide perdido
y está bien.
Yo sólo cierro la escotilla de este cuarto
Y me duermo entre las cartas que me gritan
tu falso amor maravilloso
el antiguo rumbo que extravié.
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