14 diciembre 2005

De lo que sueña en mí

De lo que sueña en mí

ponerme a salvo

ocultarme entre la hierba venenosa

y languidecer bajo la cuarta luna

ser como nunca yo

lejos de la profundidad de mi piel

un animal en la calle matinal

husmeando el flujo electrizante

de un yo distinto y hermoso

sacudirme los sueños agobiantes

y doler casi mortalmente

aferrado a un madero

cuando ya casi no queda noche

resistir en el aire ardiente de tus habitaciones

padre mío

ocuparme de las letras

y abrir las ventanas que dan al largo día

dibujar la cara que tuve

antes de que me habitara un nombre propio

y después recordar los largos años

en que fui analfabeto e inocente

y en que más allá de la reja del jardín

el mundo era tan nuevo

y desconocido

como yo.



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01 diciembre 2005

No sabes si habrá amor

No sabes si habrá amor

o silencio tras la puerta.

Si amor, podrás ensayar otra vida

u otra enfermedad

en la cual languidecer

inadvertido.

Y al cerrar los ojos

comprobarás la extensión infinita

de los campos.

No le debes nada a la imaginación

y la vida ha sido parca.

Sabes que tu aliento

procede de un antiguo dolor

que es el mismo en el sueño

o en la vigilia.

Un dolor profundo

cuyas raíces son alternativamente

el miedo y la alegría.

En ese dolor ha nacido

esa mirada que asoma a la ventanilla

y vive agazapada en el espejo.

Pero si tras la puerta

sólo está el silencio,

tu lengua precaria

intentará todavía salvarte de la locura.

Supongo que el cuarto será verde

con una cama blanca y profunda.

Una lámpara arrojando su luz lunar,

no ya sobre las cosas,

sino sobre el desvencijado espíritu

que parece animar tus gestos

de animal melancólico.

Temo que al jalar el interruptor

de la lámpara,

habrás desaparecido

sin dejar más huellas

que las presentes.



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21 agosto 2005

Cómo duele esta mañana de Agosto


Cómo duele esta mañana de Agosto
En que estoy sin vosotros.
Imposibilitado de gozar de esta belleza
que asalta con descaro cada ángulo del hemisferio.
No doy los nombres personales,
muchos de los cuales serían pronunciados en vano,
ausentes ya de la realidad sus dueños
por una larga temporada.
Atrapados brazos y piernas
en la mermelada ambarina
que habitamos.
O dulcemente adheridos a las cornisas
de una ciudad antigua y profunda
cuya memoria repleta de crímenes
y amores enfermos
no conviene agitar.
Compruebo allí que mi abrazo ha sido inútil,
que mi tierna ciudadanía
está a punto de saltar desde el balcón,
ligera de emociones
acaso ya sin vida.
“Os amo” grité antes de abordar el autobús
palabras que yo mismo no entendí
como si gritara una emoción de otras dimensiones;
de una otra edad
que aquella realidad rechazaba,
declinaba
con sus fosforescentes letras verdes
repitiendo mecánicamente “I’m sorry”
Respirar entonces
como un pez en la arena;
como un trapecista caído en medio de la pista
esperando una ambulancia
atendida por la muerte.
Mientras
millones de personas se preocupan
de las primeras arrugas en sus rostros,
de las primeras gotas de sangre menstrual,
de los primeros síntomas del alzheimer
de la primera patada en el culo
de un mundo que no cuenta con nosotros
y al que amamos con locura.
Por eso, tal vez,
me voy desnudo al parque
y entre las flores soy hermoso
e intolerable.

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A  la memoria de Jorge Torres   Del pasado ascendía como niebla el alma del río   Gunnar  Ekelöf   C on   el p...