04 diciembre 2007

Marx & Engels revisitados


Cómo no te vas a acordar de César Díaz. El flaco ese que estudió arquitec­tura con nosotros en la Chile y que después de fue a Estados Unidos y al fi­nal estuvo como diez años en Finlandia. Viste cómo te acuerdas. No, no, si ahora volvió a Santiago. Vive aquí en pleno Centro, en un departa­mento chiquitito frente al Santa Lucía. Sí ahí mismo, ja, ja, ja. De hecho, sale del metro y se mete a su departamento. Está al lado. No, pues, si este cabro se separó hace tiempo. La ex creo que vive en Ecuador o en Jamaica, no me acuerdo. ¡Chucha, y cómo quieres que sepa esas huevadas! Ni idea, viejo, ni idea. Lo qué sí sé es que este flaco no ha cambiado nada. Sí, sigue igual de bueno pal hueveo. Sí, claro, deberías saludarlo. Su teléfono, a ver, esperame un cachito… ya, aquí lo tengo, anota… 26666528. Sí, son cuatro séis. No, pero, yo te llamaba pa contarte otra cosa. No claro, mejor llá­malo tarde, sí, por supuesto. Bueno, si no está con alguna minita capaz que te conteste. Claro, no, sí pues. No, lo que te iba a decir, es que este flaco me contó que el otro día pasó la tarde con la Malú en la píscina de Endesa. ¡Chucha, tampoco te acuerdas de la Malú! Te está llegando el Alzheimer y todavía no cumples los cincuenta, huevón. La Malú Sierra, la chica, pues. Claro, la que fue polola del Felipe Pozo. No me vas a salir ahora con que no te acuerdas del Felipe Pozo. Ah, ya, menos mal. Sí pues, no, me contó que ella lo había ido a buscar en auto. De hecho, me dijo que siempre lo pasa a buscar. Sí, me dijo que habían pasado la tarde en la piscina. Claro, pero hay varias cosas raras. Mira, primero, me dijo que habían estado solos en la piscina. ¿Solos en esa piscina? ¿No te parece raro? Claro, y además con el calor que ha estado haciendo, ¿cómo no iba a haber más gente? Sí, pues si es una piscina para los funcionarios de la empresa. Lo segundo, y esta huevada sí que es rara, es que me contó que de repente mientras estaban tendidos al sol, la Malú saco de entre las tetas un libro que según ella nunca había leído. ¡Puta madre, el libro era El Manifiesto Comunista! No, si no te cagues de la risa, eso fue lo que me contó. No le estoy poniendo nada, te lo prometo. ¿cómo es posible que la Malú nunca haya leído ese libro?... Comunacha, pues huevón. Si ella y el Felipe eran dirigentes estudiantiles del pe ese. Y ella era todavía más jevi que el Felipe. Me acuerdo que estaba en la brigada "Salvador Allende". Sí, pues. De hecho, le pregunté si me estaba engrupiendo. Des­pués pensé que quizás me estaba contando un sueño, pero no. La cosa es que ella le leía párrafos del manifiesto en voz alta y lo comentaban, cachái… No, como que lo encontraban profético, me decía. La crítica que hace del capitalismo y, sobre todo, de la evolución del capitalismo. Claro, y eso era lo que más los asombraba. El hecho, según me decía César, de que Marx & Engels hayan logrado predecir con tanta claridad el futuro de Chile. Bueno, claro, y también del mundo, se entiende. No, si en ese momento yo lo inte­rrumpí y lo agarré pal hueveo, ¿cachai? No sé, creo que le pregunté si la chica todavía estaba buena. Él se defendió. Me dijo que la consideraba sólo una amiga y que él con las amigas no se metía, ¿cachai?... Así que la historia hasta aquí estaba bien rara, pero lo que pasó después sí que es brígido. De hecho, no habían transcurrido ni cinco minutos desde que colgamos, cuando justo me llama la Katia Manns. No, tú no la conoces. Sí, una amiga del sur. Claro, la Katia y la Malú fueron amigas. No pues, espera… Estabamos en amena charla con la Katia cuando se me ocurre contarle mi conversación con César. ¡Puta madre, no me vas a creer, huevón! La Katia de repente me empezó a agarrar a chuchada limpia… Yo al principio no entendía nada. Así que le pedí que se calmara y que por favor me explicara qué mierda le pasaba. Entonces me lo dijo, ¿cachái?... Yo igual no tenía idea, si hace tan poco que volví también. ¿Cómo iba yo a saber que la Malú lleva muerta más de ocho años?...
Llámalo, llámalo...

A bordo de un viejo vapor

A  la memoria de Jorge Torres   Del pasado ascendía como niebla el alma del río   Gunnar  Ekelöf   C on   el p...