No sabes si habrá amor
o silencio tras la puerta.
Si amor, podrás ensayar otra vida
u otra enfermedad
en la cual languidecer
inadvertido.
Y al cerrar los ojos
comprobarás la extensión infinita
de los campos.
No le debes nada a la imaginación
y la vida ha sido parca.
Sabes que tu aliento
procede de un antiguo dolor
que es el mismo en el sueño
o en la vigilia.
Un dolor profundo
cuyas raíces son alternativamente
el miedo y la alegría.
En ese dolor ha nacido
esa mirada que asoma a la ventanilla
y vive agazapada en el espejo.
Pero si tras la puerta
sólo está el silencio,
tu lengua precaria
intentará todavía salvarte de la locura.
Supongo que el cuarto será verde
con una cama blanca y profunda.
Una lámpara arrojando su luz lunar,
no ya sobre las cosas,
sino sobre el desvencijado espíritu
que parece animar tus gestos
de animal melancólico.
Temo que al jalar el interruptor
de la lámpara,
habrás desaparecido
sin dejar más huellas
que las presentes.
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