Cómo duele esta mañana de Agosto
En que estoy sin vosotros.
Imposibilitado de gozar de esta belleza
que asalta con descaro cada ángulo del hemisferio.
No doy los nombres personales,
muchos de los cuales serían pronunciados en vano,
ausentes ya de la realidad sus dueños
por una larga temporada.
Atrapados brazos y piernas
en la mermelada ambarina
que habitamos.
O dulcemente adheridos a las cornisas
de una ciudad antigua y profunda
cuya memoria repleta de crímenes
y amores enfermos
no conviene agitar.
Compruebo allí que mi abrazo ha sido inútil,
que mi tierna ciudadanía
está a punto de saltar desde el balcón,
ligera de emociones
acaso ya sin vida.
“Os amo” grité antes de abordar el autobús
palabras que yo mismo no entendí
como si gritara una emoción de otras dimensiones;
de una otra edad
que aquella realidad rechazaba,
declinaba
con sus fosforescentes letras verdes
repitiendo mecánicamente “I’m sorry”
Respirar entonces
como un pez en la arena;
como un trapecista caído en medio de la pista
esperando una ambulancia
atendida por la muerte.
Mientras
millones de personas se preocupan
de las primeras arrugas en sus rostros,
de las primeras gotas de sangre menstrual,
de los primeros síntomas del alzheimer
de la primera patada en el culo
de un mundo que no cuenta con nosotros
y al que amamos con locura.
Por eso, tal vez,
me voy desnudo al parque
y entre las flores soy hermoso
e intolerable.
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