Recuerdo aquella vez
en que, desesperado,
me trepaba por las paredes
pensando que nunca podría escapar
de aquella estación abandonada.
Recuerdo claramente la ninguna esperanza
y la respiración acesante de la nada
imaginando que tal vez así sería
el momento justo antes de la muerte
cuando todo fuera supremo
y la belleza de estar vivo
te quemara como un hierro las entrañas.
Te quemara como un hierro
y demasiado tarde
entendieras.
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