Trato de ser lógico
sacudiéndome el polvo
del último derrumbe
Aunque sentado sobre los escombros
la razón parece apenas una flor blancuzca
llena de ceniza
Pero a pesar de todo
trato de ser lógico
Pienso en la construcción de un arma eficaz
un escudo de misiles
a cuya sombra
nuestra casa por fin pudiera
protegernos
y pudiéramos entonces
desnudarnos
y conocernos, por fin.
Sin embargo, la ciudad chamuscada
humea por los cuatro costados
y de acuerdo con esta lógica
siento unos deseos irresistibles de fumar
pues un buen cigarrillo suele calmar los nervios
Así que de pronto
me sorprendo imitando el gesto
de un antiguo maestro
quien, antes de iniciar sus disquisiciones,
acostumbraba a encender un pitillo
cubriendo el fuego con las manos
como si se encontrara en medio
de la peor tormenta
y arrojando luego el humo
hacia el desvanecido cielorraso del salón
solía pronunciar estas misteriosas palabras:
“nada hay
que no tenga una explicación”